Consultor práctico para el tratado de dolores locales y generales.
El «Manual de guerrilla de la comunicación. Consultor práctico para el tratamiento de dolores locales y generales. Cómo acabar con el mal» es uno de esos libros inconseguibles que alguien alguna vez comprá en un viaje y que echado a andar el rumor empezó un largo camino de manos prestadas. El grupo Autónomo A.F.R.I.K.A, Sonja Brunzels y el misterioso colectivo Luther Blissett reflexionan sobre «una práctica que no solamente pretende ser subversiva, sino también placentera y divertida»: la intervención en el paisaje urbano con sus principios, métodos, técnicas, experiencias e historias. Lejos de ser un manual de reglas a seguir, este libro intenta ser (y lo consigue) «una caja de herramientas que anima a reflexionar sobre posibilidades similares en la propia práctica», sobre las propias posibilidades de un juego táctico desplegado en el campo de batalla del adversario, que se apropia de sus símbolos dominantes, los altera y tergiversa para luego devolverlos al proceso comunicativo.
El libro fue publicado en su primera edición en octubre de 2000 a través de la editorial Virus, de Barcelona. Acá acercamos este fragmento máximo.
«Lugares para la guerrilla de la comunicación pueden encontrarse, en principio, en todos los espacios sociales. Nuestro punto de partida, sin embargo, es que los espacios físicos siempre son al mismo tiempo espacios sociales. Cada configuración espacial expresa situaciones sociales y, del mismo modo, las atribuciones de significación también vienen siempre estructuradas por hechos sociales.
La guerrilla de la comunicación dispone de puntos de intervención para acciones por el hecho de que los edificios y las instituciones no sólo tienen una significación concreta, según la utilidad que se les adjudica, sino también una función simbólica en el marco de la gramática cultural. Eso se puede dilucidar tomando como modelo el espacio público urbano, por ejemplo, o el aspecto de las calles en las ciudades.
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El hecho de que los edificios representativos constituyen una ocupación simbólica del espacio PÚBLICO, y que también se perciben como tales, se demuestra, por ejemplo, por la reiteración insistente con la cual algunas manos dejan sus huellas en los escaparates de los grandes bancos: estos edificios, con su carga simbólica de ser los representantes del poder económico y político, son el blanco predilecto de los adoquines. El frente de casas- escaparates- casas traza una frontera socialmente consagrada, pues lo que hay al otro lado de esta frontera cuesta dinero (…). La guerrilla de la comunicación pretende romper la estetización de los lugares PÚBLICOS y repolitizar los espacios sociales y culturales, haciendo visible y atacando esta estetización al nivel de la forma exterior. La estrategia del poder cuida de estetizar lo político con el fin de naturalizar y de esconder las relaciones de poder. La guerrilla de la comunicación, en cambio, quiere contribuir a hacer visibles y convertir en objeto de reflexión estas estrategias de conservación del poder.
Esta es la perspectiva, por ejemplo, desde la que se deberán considerar los graffitis. Lo político de estos actos perseguidos como daños en el mobiliario urbano estarán en la destrucción del efecto intimidatorio o reconciliador (mediante estetización) de la arquitectura (moderna o postmoderna). Jean Baudrillard incluso se atreve a interpretar los graffiti como un progreso tanto a nivel de la teoría como a nivel de la práctica, justamente porque sólo se trata de tags que no transportan contenidos explícitamente políticos: Puesto que ese ataque parte de una forma de intuición revolucionaria, es decir, que la ideología fundamental ya no funciona al nivel de los significados políticos, sino a nivel de los significantes, y que el sistema puede ser vulnerado y desenmascarado precisamente en este punto. Marcar un muro o una pared con un nombre, un tag o un cuadro constituye una apropiación de esta superficie, mediante la cual se ignora o se cuestiona la exigencia del poder de controlar y determinar el espacio tambión ápticamente, y al mismo tiempo se formulan las propias exigencias de poder.
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Y no sólo son los edificios los que funcionan como portadores de significación. Estructuran el espacio de tal manera que su colocación incluso llega a determinar el tamaño, la forma y el valor de las superficies no edificadas. Del mismo modo, también el valor de calles y plazas viene determinado por la presentación de las superficies, es decir, si están cubiertas con materiales costosos y suntuosos o si simplemente las han tapado con hormigón; si se han plantado césped, arbustos y árboles o si han quedado como descampados. La significación de un espacio PÚBLICO, determinada por todos los factores antes mencionados, tienen sus efectos concretos en las posibilidades de la gente de moverse dentro de dicho espacio.
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El conocimiento de los aspectos simbólicos y reales de poder de las estructuras espaciales es importante para la guerrilla de la comunicación, puesto que el efecto de sus acciones depende en muchos casos de los lugares donde se realizan. Al fin y al cabo, con las acciones no se trata sólo de dar a entender algo en el espacio PÚBLICO, también
Es importante cambiar este espacio ocupado y escenificado y llenarlo con nuevas asociaciones. Si se consigue revalorizar un espacio cerrado por un cordón policial sirviéndose de este espacio liberado como escenario, o si un grupo se aprovecha de la transmisión de un partido de fútbol, declarado oficialmente como un acto de encuentro entre los pueblos, para sus propios fines políticos, entonces se produce una reinterpretación de dicho espacio. Por otro lado, hay acciones (…) dirigidas a ensuciar espacios PÚBLICOs de representación para atacar de esta manera la autorrepresentación del poder.»